El 29 de julio de 2015, Microsoft lanzó al mercado el que es su sistema operativo más avanzado y completo hasta la fecha. Windows 10 vino como una promesa de unificación de dispositivos bajo un único sistema, de interfaz más plana y simple, y el que, aseguraban, habían diseñado escuchando las opiniones de todos los usuarios. Así, supuso un lavado de cara a los menús de configuración, con un nuevo navegador llamado Edge, con un asistente de voz incorporado, y recuperando el botón de inicio que había perdido en Windows 8.
Pero no fue nada de eso lo más llamativo de este nuevo SO. Lo fue el anuncio por parte de Microsoft de que, por primera vez en la historia y para que todo el mundo tuviese acceso a él, la actualización a Windows 10 desde Windows 7 u 8 sería a ser gratuita durante un año. Y no sólo era gratuita, sino que se incentivaba a la actualización con recurrentes mensajes (lo cual no fue del agrado de todos). Pero, como fuera, su actualización no era obligatoria.