Por qué la Novena sinfonía de Beethoven es una obra maestra de la música y de las artes

Celebramos los dos siglos de la sinfonía del maestro alemán, estrenada el 7 de mayo de 1824, con las claves de su importancia universal. Recordamos algunos momentos de la clase magistral que dio el director de la Beethoven Symphony Orchestra, en Ámbito Cultural, de El Corte Inglés
Beethoven, en un detalle de la ilustración del ciclo Los clásicos dan la nota, de Ramón Torrrelledó, en Ámbito Cultural.
RAMÓN TORRELLEDÓ  07/05/2024

El 7 mayo de 1824 se estrenó en el Teatro de la Corte Imperial de Viena la Sinfonía nº 9 en re menor, Op. 125, de Ludwig van Beethoven, para muchos la mayor obra musical de la historia de la humanidad. Beethoven (Bonn, 16 de diciembre de 1770 – Viena, 26 de marzo de 1827) la tuvo en mente desde que leyó los versos de Friedrich Schiller Oda a la alegría, y, finalmente, la compuso entre 1822 y 1824, siendo la última de sus sinfonías. Desde 1985 es el Himno de Europa y en 2002 fue declarada Patrimonio de la Humanidad.

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Partitura original de la 'Novena sinfonía', de Beethoven. /Wikipedia

 

Claves del valor de una obra maestra

León Tolstoi en ¿Que es el arte? critica a Beethoven y se pregunta cómo es posible que un compositor que genera tantos sentimientos no pueda ser entendido por la gente. Para comprender el rechazo de sus contemporáneos a Beethoven y a esta obra, hay que retrotraerse casi a los griegos. Toda su música estaba basada en palabra. De los griegos pasamos a los romanos, al canto gregoriano, todo está basado en la palabra. De ahí pasamos al Medievo más alto y sigue la palabra, pasamos al Renacimiento y sigue la palabra, pasamos al primer Barroco y sigue la palabra, y se inventa la monodia acompañada con palabra, siempre es palabra…

No fue hasta el segundo y tercer barroco que la música instrumental fue haciendose fuerte, fue cogiendo su lugar, empezaron a aparecer composiciones para instrumentos. En esta época nace la industria de creación de instrumentos y aflora la edición de partituras. Beethoven, en un momento dado, decide crear, y aquí está la revolución, una sinfonía que va a introducir las voces y es precisamente el último movimiento, el que contiene la parte cantada, ese que todos entendemos, el del Himno a la alegría, un canto colectivo de exaltación, que nos habla de los dioses, que nos habla de la fraternidad.

Pero, ¿qué pasa con los movimientos segundo y tercero? Que aparece la verdadera aportación de Beethoven a la música: el recorrido narrativo. Nace desde el sufrimiento y termina en una catarsis de la máxima alegría.

Nosotros, como melómanos o músicos, no podemos prescindir de este proceso para entender la obra y dejar al margen el primero y el segundo y tercer movimiento, que son una de las mejores obras sinfónicas jamás creadas. No porque no tengan texto carece de valor, el texto lo entendemos, pero la música instrumental tiene otro tipo de entendimiento. Como el mismo Beethoven decía: hay que lograr superarse, hay que lograr sublimarse y transportarnos a otros niveles.

La comunicación existe también con esa música sin palabras, porque, al final de todo, las cuerdas vocales son instrumentos para transmitir sentimientos; y los instrumentos no son música, son un medio, una herramienta para transmitir sentimientos. Los dos polos están perfectamente conectados.

 

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Historia de la Novena sinfonía

El proceso por el que llegó Beethoven a componer la Novena sinfonía es una de las razones por las que debemos amar más la Novena, no solo por el cuarto movimiento.

Todo comenzó en 1785, cuando él tenía 15 años y conoce unos versos de Friedrich Schiller titulados Oda a la alegría.

Año 1792, Beethoven tiene 22 años. En ese momento, piensa por primera vez en componer una obra que contenga estos versos.

En 1796, imagina un tema musical que acompañe estos versos.

En 1807, piensa que quiere poner estos versos en una sinfonía.

En 1812 decide que va a componer una sinfonía en RE menor. Cuando decide componerla en Re menor ya está eligiendo una tonalidad muy marcada. El Re menor es la tonalidad del Barroco, es la tonalidad de réquiems y así nos suena con esa gravedad, con esa tristeza, con ese dramatismo.

Podemos ver gracias a esta cronología que la Novena sinfonía de Beethoven fue el hilo conductor de su vida artística, siempre estuvo pensando en ella, consciente e inconscientemente. Desde 1785 hasta 1824.

Al terminar el concierto le dieron cinco salvas de aplausos y tuvo que entrar la policía para poner orden. Beethoven preguntó cuánto habían recaudado, descontando gastos. Le dijeron que 150 florines. La mayor obra musical de la historia de la humanidad solo logró recaudar esa modesta cantidad.

 

Letra de Oda a la alegría en alemán (comienzo):

O Freunde, nicht diese Töne!
Sondern laßt uns angenehmere anstimmen,
und freudenvollere.
Freude! Freude!

Freude, schöner Götterfunken
Tochter aus Elysium,
Wir betreten feuertrunken,
Himmlische, dein Heiligtum.
Deine Zauber binden wieder,
Was die Mode streng geteilt;
Alle Menschen werden Brüder,
Wo dein sanfter Flügel weilt.

 

Letra de Oda a la alegría en español (comienzo):

¡Oh amigos, dejemos esos tonos!
¡Entonemos cantos más agradables y llenos de alegría!
¡Alegría! Alegría!

¡Alegría, hermoso destello de los dioses,
hija del Elíseo!
Ebrios de entusiasmo entramos,
diosa celestial, en tu santuario.
Tu hechizo une de nuevo
lo que la acerba costumbre había separado;
todos los hombres vuelven a ser hermanos
allí donde tu suave ala se posa.

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